miércoles, 29 de diciembre de 2010

Villarrasa, mi pueblo...


Él me enmarca y define más que cualquier otra circunstancia vital. Digamos que en su despensa de vida es donde más a gusto reposan las terminales de mis sentidos. En él naci y el azar propicio en él me ha permitido vivir todos los días de mi existencia.
Conozco a la perfección por dónde le entran los vientos buenos y las nubes de agua, dónde buscar solanas y repaldos y hasta dónde alcanzan las sombras en cada estación cumplida.
Sea cual sea el punto de su geografía que me guarda, la cruz de sus cuatro puntos cardinales está perfectamente marcada en mi imaginario. Parece poco, pero eso me ocurre en Villarrasa y sólo en mi Villarrasa.
Conforme el natural transcurrir de mi existencia me acerca a su suelo callado, mi preferencia hacia él se encamina con gusto y conformidad.
Cuando a él regreso, al cabo de una ausencia larga o corta, cuánto agradezco el confort y la dulce voz de no sé qué arcano interior que proclama que él es mi sitio natural.
En días de nervios o sosiego, en labor o en vacaciones, cuán grato me resulta perderme por su geografía, que nunca me inquieta. Todo lo contrario, siempre hallo un camino en soledad, un alto de luz..., donde encontrarme y encontrar lo que voy buscando... Paro la moto y me sumo al clamor del silencio. Me dejo subyugar y termino, siempre termino igual, elevando una oración al cielo por los míos mas queridos, que ya son la tierra que me sustenta y por la que camino, (en esto fui criado y así quiero morir). No soy ajeno al sudor de los agricultores a los que saludo. Sus esfuerzos, al fin y al cabo, permiten mi sustento. Estoy seguro que comparto con ellos el mismo amor a esta tierra.
No hay tumulto interior que una tarde por los campos de mi pueblo no sea capaz de acallar. Siempre regreso a casa confortado y aumentado.
Me viene a la memoria en este punto una entrevista reciente que escuché en la radio al alcalde de Gines. Declaraba su preocupación por la falta de suelo para desarrollar determinados proyectos agrícolas, al estar todo el término municipal colmatado por las edificaciones.
Villarrasa no es así. Me resultaría dificil adaptar mi forma de vida a esas circunstancias. Tampoco ha resultado desfigurada por la vorágine constructiva de estos pasados años que tanto ha afeado a pueblos vecinos.
Es, en suma, el lugar donde me siento a gusto por razones obvias; pero el lugar donde podría sentirse a gusto cualquiera de manera objetiva.
Me lo decía mi compañero Nicolás, un biólogo jiennense que estuvo con nosotros en Niebla el pasado curso y al que tuve que arrastrar a vivir aquí, en el piso que le arrendó en la plaza Rafael Castellano, con argumentos más que persuasivos y luchando contra la opinión de todos:
-"Gracias, Joaquín, qué bonito el pueblo y qué a gusto he estado todo el curso... El lugar con más calidad de vida en el que he residido en todos mis años de interino. Ni punto de comparación con San Juan del Puerto, en el que me vi obligado a vivir el año pasado. Me quedaría a vivir aquí siempre..."
Yo le respondí:
-"Te lo dije..."

1 comentario:

  1. Ya es difícil (imposible) encontrar dos personas que piensen y sientan exactamente igual. Pero puedo decir que ésta tu visión de nuestra patria chica se asemeja bastante a la mía. Que Villarrasa es el mejor lugar para vivir es algo que ni dudo siquiera, pero conviene no decirlo demasiado alto, jeje, no vaya a ser que caiga víctima de modas pasajeras que propicien vacuas masificaciones y nos la puedan conviertir en un parque temético, perdiendo así toda la frecura y encanto de lo auténtico (Aunque, obvio es, aquí recibimos de buen grado a todo "kiske"). Villarrasa nunca ha pretendido ser lo que no es, ni, por supuesto, debería dejar que la tratasen como lo poco que tampoco es (empezando por nosotros mismos).
    También me lo decía un compañero de carrera, que quien tiene un amigo villarrasero, tiene amigo de por vida.
    Villarrasa for ever.

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