jueves, 30 de diciembre de 2010

A la hoguera...

La religión marca muchos de los aspectos de la vida y el pensamiento de los seres humanos, más si, como es el caso, el calendario hizo coincidir parte de tu vida con aquella España de credo oficial y costumbres marcadamente religiosas. En consecuencia, más de una de las entradas de este blog harán alusión directa al fenómeno o tendrán algún tipo de concomitancia con el mismo.



















Corría el año 1981 cuando visité Inglaterra por vez primera. Permanecí un mes en aquel país, acogido por la familia de mi querido Andrew, formada por una madre católica ferviente, de ascendencia irlandesa; un padre protestante de la Iglesia de Escocia, pero que fabricaba tapices para la parroquia de su esposa; y cinco hijos, todos católicos. Me hicieron sentir como uno más de la familia. Acudíamos a misa los domingos a su parroquia de St Bernadette's y, en torno a la iglesia, desplegaban su abanico de relaciones y conocimientos en el que fui introducido. ¡Qué bien vinieron a mi inglés todas aquellas conversaciones! Recuerdo con cariño a Father Carey, el abierto y campechano cura irlandés que la regía. Hace poco me encontre en la red una foto de Hilda, la madre, tan fiel como siempre a su grupo parroquial.


Con los años he regresado en varias ocasiones. Una de las últimas, tras la muerte de mi padre, residí, por mediación de mi amigo, en casa de una sensacional maestra jubilada, de porte y maneras victorianos, que me acogió con celo y dedicación. Mrs. Moorehouse, así se llama, es anglicana. Como es natural, traté de agradarle en todo, incluida la religión. Una mañana de domingo le rogué que me permitiera acudir al servicio, así se llaman las misas anglicanas, con ella. Fuimos a St. Thomas' y quedé maravillado por todo:
- El servicio idéntico a las misas del S. XVI, momento de la separación de la iglesia de Inglaterra, con los ministros de espalda.
- La música, los cantos.
- Las invocaciones a Dios y a Santa María.
- El mismo Credo.
Llegada la hora de la comunión me levanté y fui a recibirla. En ningún momento tuve la convicción de estar pecando y no lo he confesado hasta el día de hoy. Creo que si alguna vez algún demonio tiene que arrastrarme a algún infierno será por otra cosa y no por haber compartido la comunión con los hermanos protestantes. Con el tiempo Hilda, la madre ya mentada de mi amigo, terminó enterándose. Su estupefacción fue absoluta y es que la separación de ambas confesiones allí es tajante y radical.
De haber vivido en otra época, me hubieran estado esperando a mi vuelta a España los del Tribunal del Santo Oficio y hubiera pasado, sin escala de tránsito, al Castillo de San Jorge en Triana y de allí directo a la hoguera en la Plaza de San Francisco o en La Pasarela. Recomiendo al efecto la lectura de El Hereje, de Miguel Delibes y de Felipe II de Geoffrey Parker.
Son otros tiempos por fortuna. De cualquier manera, merece la pena extraer varias consideraciones finales:
- El hecho de poder viajar y ampliar horizontes un chaval de familia pobre fue posible gracias al sistema de becas puesto en marcha por la democracia española. Me considero un privilegiado. Fui de los primeros villarraseros en poder hacerlo. Entre mi beca y lo que saqué aparte de un trabajo de copistería que me agencié, con enorme sacrificio, pude viajar y ampliar mi visión de la vida. Es de lo mejor que me ha podido pasar nunca.
Hoy en día en que parecen pintar bastos, convendría mantenerse vigilantes y exigentes para que todo chaval con capacidad y aprovechamiento pudiera seguir haciéndolo. Nos va mucho en ello.
-La religión es hoy un fenómeno en retroceso. Tanto anglicanos como católicos han visto mermado el número de sus fieles practicantes. Es una cuestión de incardinación del mismo en la vida de las sociedades modernas occidentales. Ocurre lo mismo aquí.
-Renovarse o morir. Asombra ver la panoplia de actividades que ofrecen las parroquias aludidas. Cómo se ponen al día, webs incluidas, al servicio de una comunidad moderna en el que las nuevas tecnologías ofrecen muchas nuevas oportunidades. Visítense los enlaces que facilito y, como dijo uno que yo no merezco ni nombrar, -el que tenga oídos para oir...

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