sábado, 12 de febrero de 2011

VÍA VERDE DEL TINTO. Yo denuncio…


Salgo con el ánimo gozoso, aprovechando el sol y la temperatura de esta primavera adelantada a febrero, a recorrer en moto nuestro campo. Esta vez el paseo me lleva, vía de Riotinto arriba, hasta el Pantano del Corumbel.
Pero, mira tú por dónde, todo el gozo que se me prometía minutos antes se me cae a los pies al comprobar la triste realidad de la ruta. Me refiero a la vía, no al sobrecogedor paraje. Ruedo sobre las ruinas de la que podría haber sido la vía verde más singular y bella de Europa. La misma que nuestros nefastos administradores han permitido expoliar, ocupar, destruir y arruinar en poco más de treinta años desde el cese de su uso minero. Unos políticos de pacata visión cortoplacista, empeñados unos en hacerle la puñeta a los otros, no vaya a ser que se apunten el tanto, y entre todos haciéndonosla a los ciudadanos, los únicos perjudicados al no poder aprovecharnos del disfrute y los beneficios que tal infraestructura hubiera generado.
El pasado fin de semana paseé por vías verdes en medio de la nada en el Alentejo portugués. No pude dejar de añorar la nuestra en su paraíso. No perdono a los que, sin ver más allá de sus narices y de las cifras de sus réditos, no han creído en ella y no han permitido al mundo venir a conocerla y admirarla como algunos de aquí, a duras penas y salvando obstáculos, hacemos.
Selvas húmedas, desiertos, sabanas, praderas, cañones… hay muchos. El Tinto y su cuenca son exclusivos y singulares. Nuestra vía verde podría estar ofreciendo a la humanidad parajes, colores, olores y formaciones naturales únicos en el planeta.
De todo eso nos han privado. Así que no se me ocurre mejor música que ponerle a los montajes fotográficos que dos marchas fúnebres, la muy conocida de Chopin y la estremecedora de Richard Wagner. Espero que lo comprendan, pero esto es lo que hay…

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