jueves, 4 de agosto de 2011

Anguiano en el recuerdo.


























Es verdad, son muchas las imágenes que me he traído de este último viaje al Norte. Las mejores, sin embargo, no están dentro de mi cámara.
Los edificios, la historia, la gastronomía… Claro, todo  eso está muy bien… Pero yo no sé por qué a mí sólo me gusta recordarlos asociados a los rostros de las personas que me fui encontrando en ellos. Comprendo que no es plan de ir asaltando la intimidad de las gentes, ni avasallándolas en la procura de sus imágenes. Sería toda una grosería.
En Anguiano, sin embargo, no pude resistirme. Era tanta la emotividad y plasticidad del momento que terminé echándole valor al asunto y pidiéndole permiso a este chico danzador para fotografiarlo. Me lo concedió con un punto a medio camino entre la dulzura y la timidez… Aprovechó para contarme que era su primer año y que pertenecía a una quinta generación de danzadores. Pude vivir la emoción en los ojos del familiar que lo ayudaba a vestir con expertas manos…
…Para terminar bromeando con él diciéndole que lo iba a hacer famoso en Internet, a lo cual asintió con una mirada cómplice.
Al final, como Santa María Magdalena se había plantado ya en la puerta, se puso raudo en pie pidiéndome que le alcanzara sus castañuelas, aún sobre el bancal de piedra. Se las di y le deseé buena suerte con gesto de ojos y manos, mientras se incorporaba a la comitiva.
Probablemente no vuelva a verte más en mi vida… Pero buena suerte… Me regalaste un buen momento y una bellísima imagen. Tengo que recortarla y adaptarla al formato panorámico para poder disfrutar de ella como fondo de pantalla.
Ah, y buena pesca en los cotos trucheros del Najerilla. Sé que es tu premio … Te lo tienes bien merecido…

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