martes, 26 de abril de 2011

HIJOS

Es un hijo una especie de apéndice raro que, inopinadamente, te crece y que, cuando apenas te has recuperado de la extrañeza causada por su presencia en este mundo, te encuentras, incondicionalmente y con gusto, atado de por vida al carrusel de sus necesidades y demandas. Es el sujeto del amor más puro que sentirse pueda en esta vida, el que sólo procura el bien del amado. Por un hijo uno se cargaría con todos los pesares del mundo con tal de que él no cargara ninguno, aún más, llegaría a entregar la propia vida…
Por un hijo domeñas toda tu ufanía, entregas tiempo y apetencias y consientes irte haciendo tierra con tal de que él tenga un suelo sobre el que caminar.
Ahora bien, no es esperable incondicionalidad ni reciprocidad por su parte. Si acaso, desear que haya aprendido la lección para poder repetir los modos con sus propios vástagos. Es más, es en la confrontación donde él encuentra los motivos que le permiten afianzar su propia individualidad.
Es mi hijo el primero y más ferviente suscriptor de mi blog. Unas veces se muestra admirado, otras crítico, siempre interesado… Todas las veces me comprende, aunque muchas no comparte el fondo ni las formas de mi verbo.
No podría yo esperar otra cosa, tampoco la quiero. Por nada del mundo desearía que  tuviera que cargar con mis propios temores, pasiones y frustraciones. Bastante tendrá él con administrar los suyos propios…

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