domingo, 5 de junio de 2011

MUERTE

“Que no quiero verla” repite Federico a trechos regulares en su “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”. No es que no esté, la cuestión es no verla…
En mi pueblo, antiguo y rural, la muerte siempre estuvo integrada de manera natural en la rueda de los días…
Morían las personas y el acontecimiento se revestía de la liturgia connatural a su dignidad. La muerte se exponía y acompañaba siempre. Se aceptaba y mostraba el dolor, como natural –hay dos verdades… Los niños presentes en las casas… Que aprendieran cuál es el humano sino… No se ahorraban llantos, gestos, ritos… Las últimas horas eran veladas por una vecindad expectante que, entre otras cosas, certificaba la limpieza de las sábanas y el mimo de los deudos.
Los animales también morían. Después de una felicísima vida en corrales abiertos, conejeras y rastrojos, en los que no se les escatimaba correhuela y aire libre, llegaba su día… Unos a cuchillo, con la sangre de las morcillas bien removida en lebrillo por mujeres de brazo rojo hasta el codo. Otros a collejas detrás de las orejas para que la carne no endureciera… Comoquiera que tus padres te vieran cabizbajo por el borreguito o el pollo compañero de tus juegos, no faltaba su palabra piadosa –hijo, lo quiere el Señor: “Los animalitos serán sacrificados por la mano del hombre para…” Amigos, si lo quería el Señor y, encima, te lo decía tu padre, aquello era otra cosa… Además siempre era en vísperas de fiestas de guardar. Qué dignidad tan grande…
Hoy ni tu padre te dice nada, ni fiestas de guardar… Eso sí, los lomitos a la plancha y con limón… Que los animales han estado años hormonados, aislados, inmovilizados… Yo no lo he visto…
El dolor, quién dijo dolor… Tan pronto como en nuestros “viejos” asoma el primer rastro incómodo de decrepitud, a la residencia… -Allí hay buenos especialistas, claman las conciencias aliviadas…
Muerte, dónde…, será en los hospitales… Quién mira a los pobres ancianos, carne de nuestra carne, boca abierta, corazón de camilla, deambulando en sus últimas horas por impersonales corredores y sometidos a mil pinchazos…
“No, que no quiero verla…”
Luego, no es de extrañar que salga alguno,  alma de plastilina, con lo del “torito noble”.
Qué daño nos han hecho Walt Disney y la Warner con esos tontorrones animalitos humanoides… Eso sí, pero que nunca morían, aunque les explotara un barril de TNT en los pies…
Mientras tanto, y muy a mi pesar, me he tenido que acostumbrar a ir encajando miles de crueldades que me regalan los hombres, mis hermanos, todos los días: violencia, insultos, desidia, abandono, desconsideración, grosería, falta de tacto, avaricia, comodidad, orgullo… Mejor no seguir…
Toros, sí, pero ¿y los hombres…? ¿No sería llegado el momento de hablar de los derechos que la mayor parte de la Humanidad no ha disfrutado jamás, o de los ya conseguidos que estamos perdiendo, a marcha forzada, a manos de unas élites egoístas y soberbias que están imponiendo al Mundo su interesada gobernanza global?
Que se quiere abrir un debate sobre la supremacía humana y su derecho a disponer sobre las otras especies, ábrase en sentido amplio. Nos íbamos a llevar sorpresas. Es más, creo que el mundo y la supervivencia de la especie lo están necesitando. Mientras tanto, no se me ande con mojigaterías y con medias tintas porque, luego, llega Francia (a quien nadie puede acusar de escapista con la historia) y te inscribe la tauromaquia como bien inmaterial de la Humanidad. Y aquí, como siempre, haciendo el canelo…
No es que no esté, la cuestión es “que no quiero verla…”

2 comentarios:

  1. Una reflexión muy seria y meditada, al igual que no falta de razón. Pero no será a mí a quien se le achaque tener a los progenitores en residencias u hospitales.

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