sábado, 9 de julio de 2011

LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO




















Este sugerente título del relato de Fernando Fernán Gómez, llevado al cine en 1983 por Jaime Chávarri, define bien dos de mis ocupaciones de este verano: la meditación y la lectura acerca de nuestra Guerra Civil que está a punto de conmemorar aniversario (asunto siempre presente en mis pensamientos) y la bicicleta…
Ha sido la bicicleta para mí, desde que puedo recordar, instrumento de deseo, evasión, juego, exploración, ejercicio…
No puedo imaginarme mi vida sin su acompañamiento y beneficios.
Como niño de familia pobre, la deseé febrilmente los primeros años de mi infancia, sin poseerla. No estaba al alcance del humilde salario de un agricultor. Su precio equivalía al de muchos meses de dura faena. Tuve que esperar, por tanto, a los siete años y a mi primera comunión cuando, unidos los regalos a un último empujón de mi tía Reposo, pudo haber liquidez para comprarla. La adquirimos en una agencia de Huelva. Era una preciosa Orbea antigua de cadete, con cuadro triangular azul y guardabarros y manillar niquelados. No puedo imaginar cosa más preciosa. Tenía sillín de cuero y muelles con la marca incrustada a fuego y un pequeño estuche que colgaba del mismo mediante correas de hebillas en el que se guardaban las llavecitas.
Hubo que facturarla en Huelva para poderla transportar en tren y mis ojos no se despegaron de ella en todo el trayecto. A la mañana siguiente me levanté con el sol para cogerla. Las ganas no me dejaban estar en la cama… Pero había un pequeño problema: no sabía montar… Por lo que me tuve que conformar con darle un paseo por la calle arrastrándola por el manillar y mis ansias tuvieron que esperar a que Joselito, entonces novio de mi prima Anita, me enseñara. Lo consiguió pronto, con agrado y eficacia, por los pedregales calizos de la Calle Larga y de la Carretera de Rociana de entonces. Quien aprendió a montar en tales condiciones no lo olvida jamás, así que hasta hoy…
Qué alegría cada tarde cuando llega el momento de echarme con ella a los caminos del pueblo. Qué meditaciones tan fluidas y placenteras… Cuánto me lo agradece el cuerpo en agilidad. Qué bien respiro cuando, después, ya limpio y fresco, regreso al escritorio. Me gusta en cualquier época del año, sobre todo en estas larguísimas tardes de verano, sin reloj ni miedo al oscurecer.
Estoy agradecido a la vida por haberme regalado los senderos únicos de mi Villarrasa: su Tinto y su vega de color caliente y fresca marea, su campiña de lomas compasivas para las piernas. Su paisanaje auténtico: ni fantasmones, ni afectados…  Qué delicia ayer por la tarde uno de los nietos de Manolito Miguel en su trasteo de vacas y potros en la fresca polvareda de los rastrojos nuevos. Siempre te encuentras algo…
Caminos y más caminos y la buena gente… Tan buena como las de nuestra recién estrenada Corporación Municipal, quienes estoy seguro se van a acordar, si por azar llega esta entrada a ojos de alguno de ellos, del Camino de la Vega de Aradilla y de los dientes y piñones de las bicis de los que por él discurrimos cada día…
Sólo la tuve abandonada en los dos años previos a la muerte de mis padres. Su cuidado demandó todas mis fuerzas. No me quedaba ni tiempo ni ganas para nada más. Aún recuerdo a mi madre, pocos días antes de partir y viéndome gris y alicaído, insistiéndome:
-     -  Hijo, coge la bicicleta y sal aunque sea un ratito…
-     - Sí, esta tarde le voy a inflar las ruedas… Argumentaba yo por contentarla.
Una vez idos los dos, fue lo primero que hice. Cuánto lo agradecí… Supuso un verdadero renacer…
Me voy ya, pues, en su busca. Es casi la hora… Hoy voy a tirar para Niebla por el camino de la Dehesa del Río. El equipo azul (tengo otro rojo, como corresponde a mi pueblo) está en un sillón del garaje sucio de tres días. No importa: más sudor y polvo va a coger.
En Niebla tomaré un té frente al castillo. A ver si veo a algún alumno… Hasta luego…


2 comentarios:

  1. Bonito el escrito, bonitas las fotos, bonita la bici. Buen verano, tú que puedes y tienes ánimo para la bici.

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  2. Encanta-me também montar em bici num dia de verão, ainda que aqui em Lisboa é muito dificil. São bonitos os dias de verão para pensar e recordar. Um saúdo de Lisboa

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