sábado, 22 de enero de 2011

REPETIR CURSO.


Son pocos los postulados a los que los profesionales de la enseñanza nos podamos agarrar con total certidumbre. Métodos y maneras que te valen para mil casos, te fallan en uno y viceversa… En este campo se experimenta, más que en ningún otro, la realidad de que las ciencias humanas no son exactas.
Hay, sin embargo, un convencimiento en el que coincidimos la casi totalidad de los que nos dedicamos a esto: la inutilidad de las repeticiones de curso. En mi caso, con treinta años ya de experiencia en el ramo, lo puedo afirmar a pies juntillas. Repetir curso sólo vale para malgastar recursos. Prácticamente nunca se consiguen los objetivos para los que, en teoría, la repetición se propone. Sí, en cambio, se muestran efectivos los programas de apoyo, de diversificación curricular y la permeabilidad entre momentos y etapas educativos.
Es mucha la frustración que acumulamos los docentes al comprobar, año tras año, cómo grupos de alumnos se ven desnaturalizados y debemos emplear una parte enorme de nuestras energías en atajar problemas de índole tutorial, derivados de los nefastos agrupamientos que nos vemos forzados a hacer, mientras la excelencia se queda por el camino…
El sistema educativo español cuenta con excelentes profesionales que podrían desarrollar un trabajo de calidad y están deseando poderlo hacer. No hay inconvenientes didácticos para que alumnos retrasados puedan seguir su curso natural en años y grupos, con los necesarios apoyos y adaptaciones y considerando momentos evaluativos diferenciados.
El ahorro en personal y recursos sería considerable y la mejora de los resultados se haría evidente en poco tiempo.
Me gustaría poder desplegar, antes de jubilarme, todo el potencial de trabajo del que soy capaz y para el que estoy bien formado y, sobre todo, que las nuevas generaciones de docentes, mejor preparadas que la mía en todos los aspectos, no llegarán al trigésimo año de carrera, como es mi caso, con la frustración de haber estado infrautilizados.
Para ello, soy pesimista, tendría que cambiar el aprecio que nuestros administradores tienen por la educación y dejar de ver el sistema como un mero aparcamiento de niños en los grandes almacenes de los votos…

Foto: www.elperiodico.com
      

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