lunes, 17 de enero de 2011

Triana's blues.


La mañana acompañaba y, por motivos familiares, debía pasar el sábado en Sevilla o en Triana, al gusto, (“Y es que soy tan trianero que, cuando voy cruzando el puente, me siento en el extranjero…”)

Así que decidí andar y beberme a bocanadas la mañana de primavera temprana que la estación había decidido regalar.
Ya puestos, y habiendo dejado atrás toda San Jacinto, decidí enfilar la Calle Larga de Triana adelante, buscando enamorarme de los ojos de la Esperanza, si es que alguna vez dejé de estarlo.
Allí estaba. Me la encontré abajo, a la altura casi de mi indigno suelo, como si hubiera decidido acercarme su nombre, que tanto necesito en este tiempo.
Hace mucho que dejé de reconocer en las imágenes rasgos especiales de divinidad. Son divinas como lo pueden ser los cinco dedos de una mano o un humilde guijarro al borde de un camino. Si aceptas un dios, lo tienes que reconocer en todo: en lo alto y en lo bajo, en lo bueno y en lo regular… Y no de diferente manera…
Lo que sí reconozco en ellas es creatividad humana, arte y el trasfondo de una tradición y una fuerza devocional que, a veces, me hace descubrirme rezando ante ellas…
Yo soy de aquí y respondo a la perfección a todos los vicios y virtudes de esta tierra…
Por la tarde-noche, ya duchado y de vuelta en el único lugar donde yo soy un yo completo, Villarrasa, volví a escuchar, hacía años que no lo hacía, el “I put a spell on you” de Nina Simone. Decidí asociarlo con la mañana y el día cerró en hechizo, no podía ser de otra manera.

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